“Afortunado
es aquel que vive solo sin remordimiento”
Detesto
los domingos, pero también los amo porque son el único dÃa en que descanso.
Detesto el fin de semana porque son, prácticamente dos dÃas sin ver la luz del
sol. “Mi afán por permanecer sola me está enfermando” pienso a diario, pero me
gusta. Esa agonÃa de sentirte libre, pero ese apego por la soledad me carcome.
Los
dÃas reflejan serenidad y tranquilidad, y lo disfruto. Disfruto el vistazo por
mi ventana; los arboles al lado de la carretera. Es tan irónico. Le dije a
Logan por el contestador que le extrañaba, tal y como extraño el sabor de los
lunes a la madrugada todos los domingos por la noche. Él sabe con certeza cómo
es penar por algo que aborreces pero necesitas. Tal y como yo a él en este
instante.
Quisiera
no tener remordimientos, quisiera ser impredecible para el destino, pero se
empeña en darle un giro a mi presente como si no doliera. La inquietud
persevera cada que me vuelvo y decido ver el resplandor de la mañana justo al
lado de la puerta, y me invade el sentimiento de angustia. Pero ¿Por qué?
¿Acaso no es suficiente el remordimiento de la monotonÃa y el miedo al cambio?
Más le vale al futuro ser incierto y acogedor, porque mi alma rompe el silencio
a gritos sin razón, incluso en soprano.