Serena
Me desperté con el sonido de la llovizna
en mi ventana, se sentía tan bien. La serenidad y la tranquilidad de la calle
no hacían sombra en la mente de otros.
La despejada carretera llenaba de
tranquilidad a cualquiera que se asomase, haciendo deslumbrar la necesidad del
silencio.
En particular, mi mente se cesaba
de gritos. Brillaba por la ausencia de calma y por el deleite de preocupación.
“Las mañanas serenas no son una
excusa para saciar las ansias en mi mente, después de todo” pensaba frunciendo
un poco el ceño.
Era una bonita mañana como para
sentir ese estremecimiento en mi cuerpo, el acelere de mi corazón en mi pecho; a
punto de salir, mis manos sudar y mi cabeza dar vueltas.
No es justo que con la
maravillosa vista, mi interior no lo entienda e insista en mantenerse de esa
forma; ansioso e inquieto.
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